El “talón de Aquiles” del plan Caputo: el rojo en un dato clave que puede presionar sobre el dólar

Era la discusión que faltaba entre los economistas: ¿está la economía argentina ya en el peligroso terreno del déficit de cuenta corriente, o hay que relativizar las cifras porque con el esquema de “dólar blend” se registraban menos dólares que, ahora ya sin el cepo, empezarán a fluir?

El tema saltó al tapete tras el último informe cambiario del Banco Central, que marca el décimo mes consecutivo en que son más los dólares que salen que los que entran a la economía. Y, para peor, con una tendencia que se agrava en el tiempo. Así, en marzo pasado ese déficit llegó a u$s1.674 millones, un 35% más alto que el mes anterior, y muy por encima del promedio del año pasado, cuando los registros rondaban los u$s1.000 por mes.

Pero, más allá de las cifras, hay un hecho que fue lo que hizo saltar las alarmas: coincidiendo con ese agravamiento fue que el BCRA empezó a perder reservas. De hecho, los economistas dan por descontado que en abril -al menos hasta el anuncio del levantamiento del cepo- esa cuenta entre dólares que salen y los que ingresan se agravó.

¿Por qué es importante esta discusión? Porque, lejos de tratarse de una cuestión técnica, el déficit de la cuenta corriente es uno de los indicadores más relevantes de la economía. Y un rojo sostenido estaría contradiciendo la afirmación de Javier Milei, quien antes del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional afirmaba que la economía argentina sufría “un problema de stocks” -falta de reservas-. Ahora quedaría demostrado que, además, existe también un “problema de flujo” -a este tipo de cambio, salen más divisas de las que entran-.

El talón de Aquiles del modelo de Javier Milei

El déficit de la cuenta corriente es considerado por los críticos el “talón de Aquiles” del modelo de Milei. Y en la historia reciente ha sido uno de los predictores sobre una crisis devaluatoria.

Es, además, algo que ha ocurrido en gobiernos de todos los signos ideológicos: desde comienzos de los años 80, cuando se rompió la “tablita cambiaria” tras un déficit récord de 6% del PBI, pasando por la crisis del plan Austral que derivó en la hiperinflación de 1989 -con un previo déficit de cuenta corriente de 4%- y por el colapso de la convertibilidad -anticipado por el déficit de 4,8% en 1998.

Ya en este siglo, la llegada del cepo de Cristina Kirchner coincidió con la pérdida del superávit en 2010, y luego el daño del déficit de cuenta corriente se evidenció en toda su intensidad en 2018, cuando un rojo de 5,2% del PBI llevó a Mauricio Macri a la devaluación y al salvataje del FMI. Y, finalmente, cuando asumió Javier Milei se encontró con un déficit de u$s21.000 millones, equivalente a un 3,3% del PBI.

De hecho, el propio FMI le suele prestar mucha atención a este indicador, y la mayoría de sus acuerdos de asistencia tienen como objetivo corregir los desequilibrios de la balanza de pagos, aun cuando eso signifique un salto devaluatorio.

Fuera de Argentina, hay ejemplos cercanos sobre este punto. A fines del año pasado, Brasil registró un déficit de 2,37%, algo que ocurrió en consonancia con la mayor devaluación del real, aun cuando el Banco Central del país vecino contaba con la friolera de u$s340.000 millones para respaldar su moneda.

La discusión técnica sobre los dólares

La polémica que se da hoy en Argentina ocurre porque hay economistas que afirman que, en realidad, la economía sigue teniendo un superávit de la cuenta corriente. El principal defensor de esa postura es el influyente Fernando Marull, quien estima que el esquema aplicado a las exportaciones agrícolas -conocido como “dólar blend”- hizo que la estadística oficial subestimara el ingreso de unos u$s1.400 mensuales.

Ese esquema -que fue eliminado cuando se levantó el cepo cambiario- permitía a los exportadores liquidar hasta 20% de su ingreso en el mercado del “contado con liquidación”. A partir de ahora, en cambio, la totalidad de la exportación debe liquidarse al nuevo tipo de cambio en el mercado oficial.

Según el cálculo de Marull, si se considera el efecto del “dólar blend”, la cuenta corriente ya no daría déficit de u$s11.600 millones, sino un superávit de unos u$s15.000 millones.

Desde ya, no todos tienen la misma visión. Por caso, Roberto Cachanosky, argumentó que el déficit que refleja la estadística es real y no debe ser “corregido”. “Si exporté 1.000 dólares, eso es lo que se computa en la cuenta corriente. Cuántos pesos me paga el Estado por los dólares que me obligó a entregarle, es otra historia que nada tiene que ver con el balance de la cuenta corriente”, sostuvo ante una consulta de iProfesional.  

El tema tiene algunas complicaciones técnicas, porque en realidad hay dos estadísticas: la del Banco Central, que es “base caja” y, por otro lado, la del Indec, que es el número “devengado” y arroja números positivos para la balanza comercial.

Este argumento es controversial porque implica, ahora, al dejar de existir el “dólar blend”, ese déficit que se registra en la estadística del Banco Central se corregiría solo. Y es algo con lo que la mayor parte de los economistas se muestra en desacuerdo.

¿Qué hacía el campo sin el blend?

El debate técnico es, en realidad, más difícil de lo que parece a primera vista, porque tiene su condimento de historia contrafáctica: ¿en caso de no haber existido el dólar blend, los productores sojeros habrían vendido la misma cantidad o habrían retenido más mercadería?

Como explica Gabriel Caamaño, director de Outlier: “si no hubiese estado el blend, entonces la brecha entre el contado con liquidación y el tipo de cambio oficial habría sido mucho más alta; y no sabemos cuál habría sido la oferta de divisas en el mercado oficial con esa brecha mayor”.

Este es un punto central, dado que a mayor brecha cambiaria, menor es la proporción del precio internacional que el productor argentino logra capturar. Los números son elocuentes al respecto. En el peor momento financiero del 2022, la brecha había llegado a tal nivel que los productores apenas embolsaban un 30% del precio Chicago. En aquel momento, el “dólar soja” de Sergio Massa logró subir temporalmente ese nivel al 50%.

Y luego, gracias al dólar blend y a la compresión de la brecha, ese número subió encima del 60%, lo cual motivó a que el ritmo de liquidaciones agrícolas se mantuviera relativamente estable durante todo el año pasado.

Ahora, ya sin crawling peg y sin “blend”, en el campo hay un intenso debate sobre cuál es el momento adecuado para vender, dado que si bien subió el tipo de cambio al que los productores se ven obligados a liquidar, también hubo un incremento -y en mayor medida- en los costos de los insumos dolarizados.

La tendencia se agrava

Lo cierto es que ya a fines del año pasado, mientras el dólar se desplomaba y el presidente Milei se mofaba de los “mandriles”, el déficit de cuenta corriente llamaba la atención de los economistas más críticos.

“La reversión del superávit de cuenta corriente de los primeros cinco meses a déficit en los siguientes seis meses debería actuar como alerta sobre la política cambiaria del Gobierno“, apuntaba la consultora financiera Aurum.

Y la consultura Empiria -liderada por Hernán Lacunza– proyecta que, lejos de tratarse de un fenómeno en reversión -como insinuaba el ministro Toto Caputo-, el déficit en la cuenta corriente sería la tónica del 2025. “Con un tipo de cambio en niveles similares a los previos a la devaluación de diciembre de 2023 y la recuperación de los salarios reales, el déficit del sector servicios tenderá a profundizarse, especialmente en el renglón turismo.

Los hechos terminaron dando la razón a quienes manifestaban más alarma. Además del tipo de cambio que agudizó su retraso por el crawling peg al 1%, también hubo un tema tributario que influyó como estímulo al turismo emisivo: los viajeros ya no tuvieron que pagar el 30% por el impuesto PAIS, que se eliminó a mitad de año.

Esto llevó a la previsible explosión en la salida de dólares por el rubro “servicios”, que duplicó el promedio del año pasado y ya se ubica todos los meses en torno de u$s.1200 millones.

Un contexto global que no ayuda

El gran interrogante ahora es si, con el nuevo esquema cambiario, el déficit de la cuenta corriente -tanto si se lo considera un problema real o solamente un error estadístico- podría corregirse.

En principio, la evolución del comercio exterior no abre grandes expectativas, porque están cayendo los precios de los principales productos de exportación argentinos -tanto los que provienen del campo como los del petróleo y gas-.

Esto ocurre en parte por la sobreoferta en ambos rubros, que ya desde el año pasado presionaba los precios a la baja. Y ahora esa tendencia se acentuó por el “efecto Trump”. De hecho, el presidente estadounidense hizo campaña con la promesa de una caída en el precio de la nafta, para contrapesar la inflación. Es por eso que hay quienes temen que el barril, que hace un año se acercaba a los u$s80, pueda hasta caer a la zona de u$s60.

Así, la gran esperanza de Toto Caputo para el segundo semestre del año -que la exportación energética sea la segunda gran inyección de dólares a la economía una vez vendida la cosecha agrícola- podría atenuarse. De hecho, hoy ya no hay tanta seguridad sobre un aporte neto de u$s8.000 millones por petróleo y gas. Y, en todo caso, esa cifra será neutralizada y superada por los dólares que salgan por turismo.

A no ser, claro, que haya una corrección devaluatoria, algo que el gobierno parece empeñado en impedir.

¿Es lo mismo el dólar del carry que el de inversión?

Los economistas se muestran cautelosos respecto de cómo será la balanza de pagos en la “fase3” del plan económico.

“Lo que hay que ver ahora es si el déficit de la cuenta corriente puede financiarse o no. Claro que la idea no es financiarlo con reservas del Banco Central, y para eso va a ser importante que ingresen capitales del exterior, y hay que ver si se logra”, apunta Sebastián Menescaldi, director de la consultora Eco Go en diálogo con iProfesional.

Y hace una advertencia que toca al corazón del plan económico: “El gobierno apuesta a acumular reservas no con la cuenta corriente sino por la cuenta capital; y ahí está su desafío, ver si consigue dólares y qué dólares. Porque no es lo mismo los que entren por seis meses para hacer carry trade que los que vengan a ser hundidos en inversiones”.

En todo caso, el fantasma que sigue flotando es el del atraso cambiario que pueda coexistir con el nuevo esquema de banda de flotación.

“Ahora tenemos un mercado sin compras del Central y con el blend adentro, y no parece sobrarle demasiado”, observa Caamaño, quien no cree que haya margen para una devaluación brusca pero se muestra expectante por ver dónde ajusta el tipo de cambio en los próximos meses.

El tema promete convertirse en el centro del debate, dado que, como afirman los propios funcionarios de Toto Caputo, “este plan cierra con apreciación del peso”. Es decir, hay chances de que el rojo de la cuenta corriente se mantenga. Y en situaciones así, muchos economistas suelen recordar una célebre frase acuñada por el prestigioso ex ministro brasileño Mario Henrique Simonsen: “la inflación lastima, pero la balanza de pagos mata”.

Fuente: iprofesional.com

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