En una muestra de enorme valentía y compromiso, la regatista olímpica y medallista de plata Eugenia Bosco denunció a su exentrenador de la adolescencia por abuso sexual hace quince años. Atrás de ella se sumaron otras cinco mujeres con distintas denuncias. Mientras la investigación se encuentra recién en la etapa inicial de recabar testimonios, el caso consterna al mundo del deporte e invita a reflexionar sobre la labor del entrenador: poder, injerencia y responsabilidad en la vida de sus dirigidos.
Ser entrenador excede el mero arte de adiestrar a un deportista en una técnica o en un juego, y ser entrenador de un deportista de élite adolescente está cerquísima de la responsabilidad de un segundo padre. En algunos casos de ausencia, incluso así lo han sido. Cuando el dinero entra en juego tempranamente y la independencia individual para manejarse se consigue antes de ser mayor de edad, la autoridad que ejerce el entrenador sobre un joven puede ser aún mayor que la del padre. Porque es quien le permite jugar, lo habilita a competir (que es lo que más le gusta) o lo deja a un costado.
En su presentación ante la Justicia, Bosco justamente resalta que la situación de abuso que sufrió durante su adolescencia en el Yacht Club de Olivos era sostenida por el entrenador a partir de la manipulación a cambio de privilegios, como el uso de teléfono celular y computadora y el acceso a los mejores barcos para entrenar y no necesariamente bajo una amenaza.
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“No sé cómo explicarlo, pero fue algo que ocurrió, que no pude controlar. Tenía 11 o 12 años y lo aparté de mi vida hace unos años, cuando pude confrontarlo, trabajando obviamente, y con apoyo”, afirmó en la extensa entrevista con Vanesa Valenti para el diario La Nación, donde contó lo vivido y reflexionó sobre cómo aquello cambió su vida.
El deporte competitivo, por su dinámica de tiempos y viajes y por su estructura jerárquica, crea contextos que son facilitadores de abusos de poder si no se implementan medidas preventivas y punitivas. El principal aspecto es la relación de poder y dependencia sobre la suerte del deportista, pero también está la cultura de grupo y la intimidad del silencio, como también la lejanía de las distancias para entrenar y competir que distancian del núcleo de contención familiar.
En estos tiempos de la Argentina, donde la educación sexual integral (ESI) está tan vilipendiada, es importante resaltar su importancia como herramienta preventiva. El deporte, como la escuela, son campos privilegiados para su implementación y la ESI es un recurso clave porque habilita espacios de reflexión, donde se puede aprender a identificar situaciones de violencia, de discriminación y de abuso, y de expresión para verbalizar sentimientos, necesidades o problemas.
“Sos chica, estás con tu grupo de amigos y no conocés otra cosa, vivís tu pequeña realidad y creés que es normal. Recién cuando te vas distanciando de todo eso, o cuando hablás con gente de otros clubes, o cuando vas creciendo, te vas dando cuenta de que había cosas que no estaban bien. Es muy difícil verlas desde adentro”, es una de las frases de la regatista que más refuerzan la importancia de implementar la ESI.
El documental Atleta A, altamente recomendado para que todo joven deportista vea en Netflix, narra las denuncias de abusos de gimnastas de Estados Unidos y se convirtió en un potente testimonio de esta clase de situaciones. En el caso de Eugenia fue un disparador: “No podía creer lo que veía, y lloraba. Se me desbloqueó el recuerdo. Y pensaba: ‘Esto me pasó a mí’”.
Es importante ser cautelosos en estos casos, pero evitar los silencios. Una vez que finalice la etapa indagatoria, la Justicia de Vicente López determinará la gravedad del delito y la tipificación penal correspondiente. Lo importante para los que amamos el deporte y valoramos sus aportes en el desarrollo de una mejor sociedad es seguir avanzando en la construcción de espacios más abiertos, inclusivos, saludables y sustentables donde los adultos asuman su responsabilidad.
Fuente: perfil.com