Trevelin: aguas frías, reeles al rojo vivo por las truchas

La Sex Dungeon llegó certera, precisa, exacta, adonde tenía que llegar. Cayó en medio de dos troncos orilleros, a la sombra del tupido bosque andino patagónico, casi pegada a la escarpada costa occidental de la Laguna Larga. No siempre pasa que el tiro sale así. Actuar desde una balsa, con oleaje y viento patagónico, hace que la precisión en los casts sea un obstáculo más a vencer. Pero cuando las cosas funcionan bien y la mosca cae en donde nos propusimos, ya es algo muy satisfactorio. Pero si de ese universo incierto de aguas transparentes, casi negras de profundas, sale una sombra marrón que la sigue y la acomete, la cosa ya pasa a ser completa. Clavada, tensión, corridas, embestidas, adrenalina a bordo, captura, fotos y la gran trucha marrón de nuevo al agua, como debe terminar un suceso tan sublime. “Qué buena mosca para mover truchas grandes”, me había dicho Alejandro Taravello nuestro guía. Se trataba de una Sex Dungeon oliva atada por Martín Loureiro quien al dármela me dijo: “Movilidad, brillo y silueta para encender a las grandes”, afortunadamente tuvo razón. 

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Habíamos viajado a Chubut invitados por la Secretaría de Pesca y el Ministerio de Turismo de la provincia, la Secretaría de Turismo de Esquel y las Comunas de Esquel y Trevelin para el evento oficial de lanzamiento de la temporada de pesca continental 2024-2025 (ver recuadro), y estábamos pescando en la laguna Larga, un singular espejo que alberga únicamente truchas marrones, algunas de muy buen porte. Para ello tomamos como base de operaciones al Laguna Larga Lodge, de Andrés Stewart, y de allí partimos a sondear sus costas, sus bahías, sus juncales y sus interesantes veriles. Equipos #6 y líneas de hundimiento es lo que se impone en esta primera parte de la temporada, con aguas abundantes, frías y truchas alimentándose mayormente bajo la superficie. 

Agua sin fuego

Los primeros lances los efectuamos en los juncales cercanos al lodge y fuimos recorriendo a remo toda la bahía aledaña, la Bahía del Quemado, donde hemos pescado muy bien en otras oportunidades con estrímeres grandes y con ninfas de dragon. Un lugar de aguas bajas y muchos troncos de árboles que murieron cuando el espejo aumentó su cota con una pequeña represa. Las truchas patrullan todo ese bajo buscando alimento y, si bien hay mucho enganche, vale la pena arriesgar algunas moscas ya que las recompensas pueden ser buenas. 

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Tuvimos un ataque en una Zonker y vimos dos patrullando la orilla entre juncos y palos; una pasó de largo sin prestarle atención a la mosca, y la otra se asustó con la línea y salió disparada. Recién a la salida de la bahía, hacia el sur, tuvimos la primera captura en aguas profundas con una Egg Sucking Leech oscura atada en un tippet 2X. Luego de un par de capturas más en ese sector, resolvimos cruzarnos a la costa de enfrente para recorrerla a remo paralelos a la ribera e ir intentando lances bien próximos a la orilla. Así fue como tuvimos las mejores emociones y los ataques más furibundos de marrones bien salvajes y vigorosas. También tuvimos dos que siguieron a la mosca casi hasta la balsa y no tomaron, dejándonos con las ganas de más. En total, entre capturas, seguimientos y pérdidas, contabilizamos 14 truchas entre dos pescadores. Y las capturadas y fotografiadas que ilustran estas páginas, todas adultas. Nada mal para un día muy luminoso y de bastante viento.

El otro destino que abordamos fue el río Grande o Futaleufú desde la localidad de Trevelin, alojándonos en La Estancia Hostería y Cabañas, y contando como siempre con el apoyo del Restaurante Rincón del Molino. De pasada hicimos unos intentos en el río Percey con el guía de pesca recién recibido Gaspar Bachman, pero las lluvias del día anterior habían enturbiado bastante este curso, así que resolvimos sumar al equipo a otro joven y entusiasta pescador como Gabriel Vargas, y encarar hacia la Aldea Escolar para acceder al río Grande. 

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Es un placer ver como las nuevas generaciones se incorporan con pasión y ganas a esta actividad que tanto bien hace a las economías regionales y, fundamentalmente, a quienes la practicamos. Sin pescadores el recurso no estaría tan bien cuidado y custodiado. Y aquí vale la pena destacar la acción, la convicción y el empeño que le pone el cuerpo de guardapescas, cumpliendo con una tarea fundamental para que Chubut mantenga una alta calidad de truchas en sus ambientes, incluso en este gran río truchero que es el Grande. 

Bajamos el bote en Las Torres, pasando la Aldea Escolar, para comenzar a pescar esa zona de la isla de enfrente e ir río abajo buscando pesqueros y peces. Actuamos primero desde el bote lanzando hacia las orillas vegetadas por sauces y hacia el pie de las barrancas, direccionado los lances donde hubiera troncos, piedras u obstáculos que pudieran representar refugio para las truchas. Lo hicimos tanto con líneas de hundimiento como de flote, prevaleciendo los piques en las líneas más densas. Señal que las truchas, ante la falta de actividad y eclosiones arriba, estaban más enfocadas a alimentarse en estratos más bajos del agua.  

Momento de vadear 

En la boca del Percey bajamos y actuamos vadeando con notable éxito a pesar de que las aguas del tributario venían un poco turbias. Se ve que las truchas aprovechaban lo que traía el “río revuelto”. Varias arcoíris pinchamos aquí con la estrategia de colocarle una cuenta plástica color naranja en el tipett antes de atar la mosca, lo que les daba un upgrade de atractivo a los estrímeres, convirtiéndolos en la imitación de un organismo que se lleva un huevo de trucha, una especie de egg sucking.  Algo que funciona bien, ya que en la primera parte del ciclo quedan arcoíris terminando la fresa, todavía hay ovas en camas de desove y otras arrastradas por la corriente. 

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Los lugares más destacados, y donde pescamos muy bien de costa y al vadeo fueron La Banana y la Boca del Blanco, cerrando la jornada con una última gran captura de trucha marrón por parte de Gabriel, el más joven del equipo, que con paciencia de experto y sin copo, la pudo cansar y varar en la orilla, coronando un gran día en este espléndido y generoso río patagónico al que nunca queremos dejar de volver. 

Las moscas que funcionaron bien: Matuka, Woolly Bugger, Striptease y secas grandes de foam como Chernobyl y Fat Albert.
El bonus track fue el recibimiento con tortas fritas recién hechas, los dulces caseros, el café caliente y la salamandra prendida en el refugio de Río Al Límite, en donde nos esperaba la camioneta y por donde subimos el bote. Tan cálido el lugar como su gente. No es la primera vez, pero Jorge, Hermelinda y toda su familia no dejan de asombrarnos con este estratégico y acogedor emprendimiento.

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Y si veníamos con muchas esperanzas de vivir experiencias intensas y que pasaran grandes cosas, las expectativas fueron largamente superadas. Así es Chubut, así es su gente, así son sus truchas, no dejan nunca de sorprendernos.

Fuente: perfil.com

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