Desde este jueves 1 de agosto, la nafta y el gasoil valdrán un 3% más, producto de un aumento en el impuesto sobre los combustibles líquidos (ICL), que se refleja directamente en los surtidores de todo el país.
Este incremento, que se calcula en torno al 1% para el ICL y el impuesto al dióxido de carbono, se suma al 2% de devaluación mensual del peso frente al dólar oficial. Esta combinación impulsa un alza promedio del 3% en los precios de los combustibles en las estaciones de servicio.
YPF, la empresa líder del mercado local con un 60% de participación, ya actualizó sus precios en Tucumán. La nafta súper ahora cuesta $1066 por litro, la Infinia alcanza los $1283 y la Infinia Diesel se ubica en $1348.
Un aumento contenido, pero con impacto en el bolsillo
Este incremento en los combustibles, aunque menor a la variación esperada en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) para julio (3,7%), sigue impactando en el bolsillo de los consumidores, que se enfrentan a un panorama inflacionario persistente. El gobierno busca contener la inflación, proyectando un IPC inferior al 3,7% para agosto, con el objetivo de llegar a un 0% de inflación mensual antes de fin de año.
El ICL como arma de doble filo
Para mitigar el impacto en la inflación, el gobierno ha diferido el incremento del ICL que estaba previsto en el decreto 466/2024, evitando un salto en los precios de la nafta (15%) y el gasoil (10%) que se habría producido por la aplicación del impuesto.
Sin embargo, esta medida tiene un costo: la consultora Economía y Energía estima una pérdida de USD 212 millones en la recaudación del ICL por las ventas de combustibles en julio.
Un panorama desalentador para las ventas de combustible
Pese a los esfuerzos por controlar la inflación, las ventas de combustible siguen en retroceso a nivel nacional. La demanda se inclina hacia las naftas súper, más económicas, lo que afecta las ventas de las naftas premium. La situación se agudiza en los puntos fronterizos, donde la recomposición de precios locales frente a los internacionales, genera un impacto negativo.
El aumento en los combustibles no es el único golpe al bolsillo. El sector energético también se prepara para ajustar las tarifas de luz y gas. Las facturas incluirán un incremento del 4% en los componentes de transporte y distribución, valores que se mantuvieron congelados durante los últimos cuatro meses para contener la inflación.