La ciudad de Monteros, ubicada en la provincia de Tucumán, se vio envuelta en un impresionante escenario durante la última madrugada. Un espeso manto de neblina cubrió la localidad, transformando por completo su paisaje habitual.
Aunque este fenómeno climático cambiaba el aspecto de la ciudad, también afectó la visibilidad, especialmente a lo largo de la vieja Ruta Nacional 38, una arteria vial de gran importancia para la región.
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La densa neblina se adueñó de la carretera. Los faros de los vehículos se volvieron apenas visibles a pocos metros de distancia, y las luces de los postes se difuminaron, creando una iluminación tenue.
Los conductores, conscientes de la situación, debieron adaptarse a las condiciones cambiantes de la neblina. Con sus luces encendidas, avanzaban con cautela, reduciendo la velocidad para asegurarse de poder reaccionar ante cualquier obstáculo inesperado.
La neblina, esa nube baja y densa que se forma cuando el aire húmedo se enfría, se extendió por las calles y avenidas de Monteros, creando una escena de ensueño. Los edificios, los árboles y los automóviles se vieron envueltos en un velo blanco y etéreo, dándole a la ciudad un aspecto misterioso y fascinante.
El silencio reinaba en las calles, interrumpido únicamente por los sonidos amortiguados que se desvanecían en la neblina.
A medida que la neblina se desplazaba por las calles de Monteros, los paisajes se transformaban por completo. Los árboles desaparecían en la bruma, creando un ambiente místico. Los contornos de los edificios y las casas se volvían borrosos, como si estuvieran envueltos en un lienzo de algodón.
La visibilidad reducida no impidió que los habitantes de Monteros continuaran con sus actividades. Algunos peatones, con sus siluetas apenas perceptibles, transitaban por las aceras, desafiando la neblina con determinación y precaución.
