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Jean-Marie Le Pen, el patriarca cancelado

Con la muerte de Jean-Marie Le Pen se va también el último referente histórico de un movimiento de ultraderecha que, pese a todos los horrores del nazismo, consiguió resurgir con éxito en la Francia de fines del siglo XX y de principios del siglo XXI.

Le Pen se convirtió en el principal heredero de toda una corriente política e intelectual conservadora y reaccionaria, que comenzó a cobrar forma a partir del célebre caso Dreyfus pero que se consolidaría en 1898 con la creación de la Acción Francesa por Charles Maurras. Se sentarían así las bases de un nacionalismo extremo, signado por la defensa a ultranza del catolicismo, por el rechazo a liberales, republicanos y socialistas y, sobre todo, por el odio hacia los judíos, los que fueron caracterizados como los principales enemigos de Francia.

Nacido en 1928 en La Trinité-sur-Mer, un pequeño puerto bretón, Le Pen viviría una humilde infancia como hijo de un pescador y de una costurera, en un ambiente político signado por el fortalecimiento de la ultraderecha y al calor del auge nacionalista de la Primera Guerra Mundial, de la exitosa implantación del fascismo italiano y de la llegada al poder del nazismo en 1933.

Pero la invasión de la Alemania nazi a Francia en mayo de 1940 causaría un cisma entre los activistas del ultranacionalismo, cuando una buena parte de ellos convalidó la creación del gobierno títere de Vichy a cargo del mariscal Philippe Pétain, quien se ocuparía personalmente de planificar las deportaciones masivas de judíos, comunistas, masones y extranjeros.

En ese contexto, un joven Jean Le Pen (agregaría el “Marie” varios años después para conquistar al electorado católico) comenzaría a deambular entre distintos grupos políticos de derecha luego de la muerte de su padre en 1942. Intentó combatir en la guerra, pero debió resignarse a continuar sus estudios en instituciones jesuitas, de las que sería expulsado por su carácter rebelde.

El futuro referente se formó política e ideológicamente en La Sorbonne una vez acabada la guerra, cuando la ultraderecha francesa vivía su momento más oscuro, en medio de denuncias e investigaciones por todo tipo de complicidades y atrocidades cometidas en colaboración con el nazismo alemán. Mientras tanto, comenzaba a despuntar en la política como orador y como dirigente universitario, aunque sería sancionado por los recurrentes excesos en sus intervenciones.

En medio del creciente fervor nacionalista agitado por las luchas anticoloniales de la posguerra, optó por combatir como soldado y se alistó como paracaidistas en Indochina. Posteriormente, actuaría también en Egipto y en Argelia, tratando de preservar un imperio cada vez más debilitado.

De nuevo en París, y luego de participar en varias organizaciones sin mayor incidencia en la política francesa, Le Pen fundó el Frente Nacional en 1972. En la aventura lo acompañaron antiguos miembros de las Waffen-SS así como también ex dirigentes de la Francia de Vichy.

Con una prédica que propugnaba el regreso a los valores “tradicionales” de los franceses y el odio a los extranjeros, fue en uno de los principales ideólogos del antisemitismo en reivindicar al nazismo y negar el genocidio contra los judíos. Todavía hoy se recuerda que en una entrevista en 1987 describió las cámaras de gas como “un detalle de la historia de la Segunda Guerra Mundial”.

Fue diputado entre 1956 y 1962, y entre 1986 y 1988, y cinco veces candidato presidencial: en las elecciones de 2002, Le Pen obtuvo casi el 17% y se enfrentó en balotaje a Jacques Chirac. Fue el mejor resultado del líder del Frente Nacional y la primera vez que la ultraderecha ganaba plena notoriedad, no sólo en Francia, generando una amplia reacción internacional en su contra. Fue también, el inicio del declive político del principal referente global de la ultraderecha.

Marine Le Pen, su hija y heredera política, se encargó personalmente de llevar adelante una redefinición de la extrema derecha francesa, modernizándola para convertirla en el principal baluarte contra la inmigración y la presencia del Islam, rebajando así su tradicional tono judeofóbico. El Frente Nacional se reconvirtió en un partido “sistémico”, abandonando su condición de outsider para adaptarse a un establishment que se resistía a admitirlo en su interior.

Para este cambio, fue fundamental el proceso de “desdemonización” puesto en marcha a principios de 2011, y por el que Jean-Marie Le Pen fue corrido de la dirección partidaria. La transformación recién se completaría en 2018 cuando el partido terminó de cambiar su estructura de mando y adoptó la denominación de “Agrupación Nacional”. Cada vez con menos predicamento y más aislado, el viejo dirigente intentó sin éxito dar vida a nuevas entidades reaccionarias. Su nombre estaba “cancelado” y era sinónimo de lo que ya no era “políticamente correcto” pronunciar.

Sin duda, y pese a que en la actualidad se resistan a admitirlo en público, muchos de los actuales dirigentes y referentes de la ultraderecha francesa y mundial deben buena parte de su carácter, su ideología y su interpretación general de la política a Jean-Marie Le Pen.

Sobre todo, porque fue quien más hizo por conducir a un movimiento que se conformaba con habitar en los oscuros sótanos de la república y por transformarlo, en consecuencia, en un actor político de la más amplia capacidad ofensiva frente a una democracia como en la que hoy vivimos: bajo asedio y cada vez más debilitada. 

Fuente: pagina12.com.ar

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