Hace unos pocos meses Donald Trump se deleitaba con la promesa de su peculiar asesor comercial, Peter Navarro, sobre una inminente avalancha de acuerdos comerciales en las condiciones de sumisión que imponía el magnate con la lógica de los republicanos de los años 20 sobre que el mundo “solo está para que nos compren”.
“Me besan el culo” proclamó entonces sin sorprender por el tono callejero de la frase dedicada a los “socios”. Pero nada de eso sucedió. Hasta el momento Washington solo anudó un acuerdo con Gran Bretaña cuyo intercambio es deficitario con EE.UU, y con Vietnam, factoría de empresas estadounidenses. Hay además otro muy borroso con China, que no permite hablar de triunfos.
Sin personalidades en su gabinete que puedan poner límite a un presidente que evidencia un precario conocimiento de economía, Trump vuelve ahora a la carga con las mismas banderas que le presta Navarro respecto a que el libre comercio es la madre de los déficit comerciales y, por lo tanto, del robo a la riqueza norteamericana. El blanco son esos pactos ausentes.
A esta construcción ultra proteccionista suma una condición imperial exacerbada. Como si fuera el soberano de un Commonwealth global, interviene en las cuestiones internas de los países, ordenando aquí y allá lo que se debe hacer. Le exige a Brasil que cierre las causas contra el ex presidente ultraderechista Jair Mesías Bolsonaro.
Lo mismo le ha reclamado a los jueces de Israel, que procesan al premier Benjamín Netanyahu por corrupción. Pero en el caso del país sudamericano lo hace con una carga insólita de 50% de aranceles al comercio, el arma que más revolea con la pretensión de poner de rodillas a la segunda economía del hemisferio. Aquello de la frase callejera.
Parece, sin embargo, todo un extraordinario y burdo fallido estratégico alimentado menos por el cálculo político que por un impulso escarmentador. Las reacciones inmediatas deberían ser ilustrativas para la Casa Blanca.
“Cosa de mafiosos”
“Cosa de mafiosos” tituló su principal editorial O Estado de Sao Paulo con un lenguaje poco común para ese medio conservador. Trató de “troglodita” al mandatario norteamericano y también a Bolsonaro y repudió el pretexto falso de la existencia de un supuesto superávit comercial de Brasil que perjudicaría los intereses norteamericanos. “No cabe otra conclusión: se trata de una operación mafiosa. Trump utiliza la amenaza de imponer aranceles comerciales a Brasil para obligar al país a ceder a sus absurdas exigencias”, escribe.
Una mujer participa en una protesta contra los aranceles estadounidenses de Donald Trump, este jueves, en la estación central de autobuses en Brasilia EFEEntre esas exigencias cita el caso de Bolsonaro, acusado por la intentona golpista contra el presidente Lula da Silva. “Trump pretende interferir directamente en las decisiones del Poder Judicial brasileño, sobre el cual el gobierno federal no tiene poder. Quizás el presidente estadounidense, quien está desmantelando con éxito el sistema de pesos y contrapesos de la República estadounidense, imagina que en Brasil también puede hacer lo que le plazca en materia de procedimientos legales”, reprocha.
Un dato notable que desnuda la precariedad del planteo es que EE.UU. no pierde sino que se beneficia de un comercio históricamente superavitario con Brasil. No hay tal déficit. El propio Lula ha calculado que los últimos 15 años marcaron un acumulado de 410 mil millones de dólares en bienes y servicios a favor de EE.UU. Nada de eso ha cambiado. Acierta O Estado en denunciar que “Trump mintió descaradamente en la carta (enviada a Brasilia) para justificar la drástica medida”.
Parece claro que este movimiento responde a un lobby armado por Eduardo Bolsonaro, el hijo legislador del ex presidente que se mudó a EE.UU. bajo el paraguas protector del republicano y del comentarista político Paulo Figueiredo con acceso a la Casa Blanca..
También lo sobrevuela la reciente cumbre de los BRIC’S, en Río de Janeiro, el organismo del llamado “Sur global”, con enorme influencia de China, que condena el unilateralismo trumpista y busca comerciar con una moneda alternativa al dólar entre sus socios que hoy explican cerca del 40% de la economía mundial.
Pero no se trata solo de mentiras y posverdades propias o ajenas. Se suma, además, una evaluación errónea de efectos y consecuencias. El mercado norteamericano representa menos del 2% del PBI brasileño, advierte el Nobel de Economía Paul Krugman. Los efectos de la embestida del líder norteamericano son en extremo relativos.
El asesor comercial de Trump, Peter Navarro en el Salón Oval junto al mandatario nortamericano . ReutersOtra dimensión considerable es la política interna brasileña que no estará ajena a este episodio. Trump y sus aliados en la potencia sudamericana, posiblemente adviertan tardíamente que con esta maniobra quizá le acaban de brindar un inesperado y significativo apoyo a Lula. El presidente de Brasil, un socialdemócrata, ha venido resignando popularidad debido a una economía que no rinde como se esperaba y una política internacional muy polémica, por decir lo menos.
Victima de métodos pandilleros
Esa caída definía el futuro hacia distintas formas de derecha. Pero este episodio aparece justamente cuando hasta hace poco parecía inverosímil el deseo del líder del PT de buscar la reelección en octubre del año próximo. Como muestra la prensa brasileña, Lula y el país aparecen ahora como la víctima de un exuberante maltrato por parte de un presidente que se maneja con métodos pandilleros.
Para agravar esa percepción, el ex asesor ultra de Trump, Steve Bannon reivindicó y escaló sin empacho el sentido extorsivo de la presión de Washington: “Derrumben el caso contra Bolsonaro y derrumbamos las tarifas” , demandó para aludir a una posible lluvia de sanciones si no se acata esa exigencia.
En la otra vereda, la simpatía de la derecha bolsonarista con el magnate norteamericano puede convertirse en cualquier cosa menos en una buena noticia. Hace poco el gobernador de San Pablo, Tarcisio de Freitas, el derechista considerado por muchos analistas con mayores posibilidades de heredar el enorme voto del bolsonarismo, apareció luciendo una gorra de MAGA, la rama ultranacionalista del partido Republicano que orienta Trump.
Es posible que ahora el gobernador comience a arrepentirse. “Por mucho que hagan malabarismos verbales, los partidarios más acérrimos de Bolsonaro no tendrán forma de proteger al expresidente si Brasil se ve realmente afectado por el aumento de aranceles, empezando por la indignación de sus aliados en la agroindustria”, señala Igor Gielow en Folha de SaoPaulo.
Remarca un hecho que será recorrido en los análisis: “Es fácil atribuir cualquier crisis, si es que existe alguna, a la relación entre Bolsonaro y Trump”. Para colmo, el republicano goza de una gran antipatía en Brasil según señalan todas las encuestas, un dato del cual buscará abrevar el PT. “Bolsonaro ahora ve expuesto el coste de su simbiosis ideológica con Trump”, sintetiza Gielow. Hasta el prestigioso ex embajador Rubens Ricupero, un hombre del sistema, calificó de “inadmisible” la actitud del norteamericano y reclamó medidas de represalia por lo que calificó “gravísima agresión económica” a Brasil .
Este remedo carioca del legendario Braden o Perón, despertó de inmediato la astucia política de Lula. Reaccionó calmo y a cargo. Remarcó la condición soberana de Brasil, recordó la independencia de los poderes y la exclusividad del Poder Judicial para resolver el proceso a Bolsonaro por la intentona golpista, al tiempo que anunció réplicas equivalentes.
Al mandatario brasileño posiblemente le convenga quedarse con eso, pero es imprevisible. Una escalada del enfrentamiento con condimentos ideológicos tentadores tratándose de una disputa con Trump, podría exacerbar la crisis centralizándose en el propio gobierno, ya no en Bolsonaro y su familia. Y resta aún mucho para las elecciones.
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Fuente: clarin.com