Trump y su perfil supremacista

Mientras sectores autodenominados nacionalistas se ilusionan con las políticas retrógradas de Donald Trump, la lógica imperial estadounidense vuelve a exhibir su perfil supremacista sobre América Latina y el Caribe. Este domingo 26 de enero Gustavo Petro anunció que no autorizaría el arribo de aviones colmados con centenares de deportados, advirtiendo a las autoridades de Washington que “no pueden tratar como delincuentes a los migrantes colombianos”. Trump le respondió con la amenaza de aranceles iniciales del 25 por ciento si no recibe a sus connacionales. El Departamento de Estado suma, de esta manera, un nuevo dispositivo de extorción y castigo contra quienes se atrevan a sostener una posición soberana, resistiéndose a la “limpieza étnica” propuesta por el magnate devenido en primer mandatario.

Trump nombró en su discurso de asunción presidencial a un único antecesor en el cargo: el vigésimo quinto presidente de Estados Unidos, William McKinley, quien gobernó entre 1897 y 1901. El homenaje parece tener reminiscencias históricas. McKinley llegó a la presidencia gracias a las ingentes donaciones de los empresarios más importantes de la época (John Pierpont Morgan y John Davison Rockefeller), a quienes les ofreció la imposición de aranceles externos del 50 por ciento para defender sus negocios. Así, con los llamados barones ladrones de la industria de su país logró expandir el poder de sus grandes empresarios y quebrar a sus competidores extranjeros. McKinley, además, fue el encargado de expandir el territorio de los Estados Unidos mediante la ocupación de Hawái, Guam, Puerto Rico –que duran hasta nuestros días–, y de Samoa, China, Nicaragua y Filipinas que lograron posteriormente su independencia.

El expansionismo homenajeado por Trump conjugó el supremacismo colonial, el dominio militar de territorios, el control de rutas comerciales, la opresión de los pueblos originarios y en ocasiones su casi total exterminio. McKinley profundizó –antes de ser asesinado el 6 de septiembre de 1901– la Doctrina Monroe y prologó la política del Gran Garrote que originó invasiones, intervenciones, bombardeos, saqueos y masacres en Latinoamérica y el Caribe, durante todo el Siglo XX.

Los barones ladrones de ayer son los tecno empresarios que acompañaron a Trump en la primera fila de su asunción. Expresan a los multimillonarios enriquecidos con el ciberespacio, las Redes Sociales, la Big Data, el manejo arbitrario de los algoritmos, la articulación satelital y la Inteligencia Artificial (IA). Los barones ladrones de ayer son los Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos de hoy.

Todos ellos acuerdan con Trump en imponer aranceles en aquellos rubros que son menos competitivos, como los casos de Tesla en relación con los autos eléctricos chinos, o el de Tik-Tok, referido a las redes sociales. Trump exige la desregulación a terceros países para que sus bienes o servicios no puedan quedar atrapados en regulaciones. Pero, al mismo tiempo, amenaza con imponer aranceles a quienes quieren ingresar en el mercado estadounidense. Proteccionista para lo conveniente. Y feroz impulsor de la desregulación para inundar de bienes y servicios estadounidenses y succionar riqueza mediante el señoreaje del dólar.

El nacionalismo arancelario prepotente se combinará con la imposición unilateral de índole neocolonial para barrer cualquier ecuación que suponga la defensa de interés de países considerados vasallos. El emblema trumpista de “hacer grande” a su país “nuevamente” supone una doble asunción. Por un lado, la evocación de un paraíso perdido (volver al Reich original) y por otro, la prepotencia para reconquistarlo. El secretario de Estado nombrado por Trump, Marco Rubio, hizo explícita la nueva teoría del realismo brutal que guiará su gestión: “he recibido la misión de construir un nuevo orden mundial”, orientado a “promover la paz a través de la fuerza”. Dicho principio, aseguró Rubio, garantizará un “mundo más seguro”, razón por la cual le exigirá a sus socios de la OTAN el incremento de sus gastos de defensa para contribuir al enriquecimiento del Complejo Militar Industrial estadounidense.

Según un informe de la BBC, las ventas de armas provistas por Washington alcanzaron un récord de 238 mil millones de dólares durante el 2023, lo que supuso un aumento del 56 por ciento respecto a 2022. El vocero de Vladimir Putin, Dmitri Peskov, señaló el último 23 de enero que “Estados Unidos está haciendo un negocio exitoso: gana dinero vendiendo recursos energéticos a Europa, crea nuevos empleos en su país y desarrolla la industria de defensa mediante pedidos militares”.

Elon Musk fue portada de muchos medios por su saludo fascista. Frente a esa imagen, sectores de derecha –Javier Milei, Bibi Netanyahu y otros– buscaron disociar al hombre más rico del mundo de su gestualidad manifiesta. Pocos, por ahora, se preguntan concienzudamente sobre las homologías entre la emergencia de los liderazgos de la segunda década del siglo XXI, y los antecedentes que los prologan. Una de esas analogías es la fuerte asociación e interdependencia con empresarios de las grandes corporaciones (Allianz, BASF, Bayer, BMW, Daimler-Chrysler, Deutsche Bank, Hoechst, Siemens y Bayer, en la Alemania nazi, y Elon Musk, Jeff Bezos y Zuckerberg en al etapa trumpista).

Otros elementos comunes son el militarismo; la apelación a la lógica patriarcal que impone formas brutales de misoginia (Trump asumió después de ser condenado por abuso sexual), la violencia simbólica contra opositores insumisos (rojos, ratas, zurdos, choriplaneros y la difusión criminalizadora de chivos expiatorios (judíos ayer, migrantes o musulmanes hoy). A esas características se les suma el desprecio a los trabajadores y desheredados; las prácticas represivas sobre ellos (cosificación, estigmatización, redadas migratorias); la pretensiones de expansión territorial (Lebensraum, espacio vital para los nazis, Groenlandia, Panamá y Canadá para el actual presidente estadounidense). Veleidades antisistema, con ínfulas rebeldes e iconoclastas (Mussolini, Hitler, Trump, Bolsonaro y Milei); estigmatización de minorías (homosexuales, lesbianas, transexuales, latinos, gitanos, ruso-hablantes en Ucrania); discursos épicos, anticientíficos y megalómanos vociferados por sus líderes. 

Completan el panorama la generación de doctrinas expansionistas, imperiales, colonialistas, supremacistas y racistas. Trump considera a su patio trasero como su sumidero. Demasiadas coincidencias para soslayar lo obvio: tiene hocico, excelente olfato, cuatro patas y ladra, ¿qué es?.

Fuente: pagina12.com.ar

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