El llanto de Javier Milei y una pelea que desata pasiones

Silencio. Un largo silencio. Javier Milei no dijo una palabra. Ni cuando le permitieron pasar al atrio de la Basílica de San Pedro para acariciar el ataúd donde descansa el papa Francisco ni durante la misa exequial ni cuando participó de la ceremonia final en la basílica de Santa María la Mayor, donde se encuentran desde ayer los restos del Sumo Pontífice. No habló, pero lloró. Dos veces.

El féretro se había cerrado el viernes a las cinco de la tarde, luego del tercer y último día de velatorio, frente a la presencia de Lula Da Silva, Emmanuel Macron, Giorgia Meloni y los reyes de España. El Presidente argentino todavía no había aterrizado en el aeropuerto de Fiumicino. En Buenos Aires había encabezado el homenaje al economista anarcocapitalista Jesús Huerta de Soto, su guía y amigo, un español que rompe billetes cuando dicta clases en la universidad y que califica al Estado como “el anticristo”.

Milei se enojó el viernes cuando entró a sus redes sociales y vio que mucha gente decía que había llegado tarde al Vaticano. Se la agarró, de nuevo, con los periodistas. Los llamó “cerdos” y “brutos”. Ayer, al menos, esa pulsión por confrontar y agredir a quienes dan una información o un simple punto de vista tuvo un respiro.

La figura del jesuita lo había eclipsado en la audiencia privada que mantuvieron el 12 de febrero del año pasado, dos meses después del cambio de poder en la Argentina. Aquel día, Milei atravesó esos pasillos con secretos y ritos milenarios con signos nerviosos. Era lógico. Cuando las encuestas lo mostraban lejos de la Rosada, llegó a acusar al Papa de ser “el representante del maligno en la tierra”. En ese primer encuentro, que duró 70 minutos, le pidió perdón. Después volvieron a verse una vez más. El viernes, en Radio Mitre, reveló que Francisco lo disculpó y que le dijo que se trataba de errores de juventud. Lo que no contó Milei fue que, cuando estuvo a solas con Francisco, se largó a llorar. El Papa se lo contaría al tiempo, aún sorprendido, a personas de su confianza. “Estoy acostumbrado a que los ciudadanos comunes se emocionen cuando me vienen a pedir la bendición, pero es la primera vez que me pasa con un jefe de Estado”, les dijo.

Uno de los ministros que fue parte de la comitiva contó que el funeral, por la trascendencia del Papa y el impacto mundial, terminó de instalar en Milei la idea de que ya no puede comportarse como un hombre común, una persona que tiene el trabajo de presidente, como suele decir. Los mandatarios con los que se cruzó (tuvo un encuentro efímero, pero a solas con Macron) y el almuerzo al que lo invitó ayer Meloni después de horas de recogimiento, parecieron movilizarlo.

“Hay que pensar que se trata de una persona a la que hasta hace dos años se lo tomaban para la joda cuando iba a la televisión. Es muy fuerte que ahora vengan personalidades de todo el mundo a sacarse una foto con él o que lo pongan en primera fila en la despedida del Papa”, decía un miembro del Gabinete desde Roma.

Hay quienes se entusiasman con un cambio, aunque más no sea una mínima moderación. Con que a partir de ahora interprete un rol más institucional y menos propenso a la ira. Pero quienes lo conocen mejor sostienen que no hay posibilidades de que semejante fenómeno ocurra. Otros, directamente, aseguran que tampoco le conviene. Que no sería él y que perdería autenticidad frente a su propia feligresía. Se verá cuando regrese a su oficina de la Residencia de Olivos y vuelva a hundir los pies en la coyuntura.

La política, por una semana, entró en un compás de tregua. El homenaje en la Cámara de Diputados suscitó coincidencias entre oficialistas y opositores. Varios de ellos se emocionaron juntos al recordar el pasado y el legado de Jorge Bergoglio. Su muerte atravesó todos los partidos. Hubo otra coincidencia: Milei suspendió casi toda su agenda y la oposición dejó de machacar sobre los errores del Gobierno.

Los destellos que asomaban de la campaña sucia en la Ciudad también cesaron. ¿Se mantendrá en las próximas semanas? Hubo conversaciones clandestinas para que no haya golpes bajo. El martes, en el Canal de la Ciudad, habrá una prueba de ello, cuando se realice el debate de los 17 candidatos que encabezan las nóminas.

En solo tres domingos, los porteños deberán acudir a las urnas para elegir legisladores locales. Se trató siempre de una contienda menor, que iba pegada a la elección de diputados o senadores nacionales. Ahora es distinto. La apuesta del Presidente de poner en la cancha a uno de sus principales colaboradores, la decisión de Mauricio Macri de involucrarse personalmente a caminar su bastión por temor a resignar la hegemonía del PRO y la inédita posibilidad que se le abre al kirchnerismo de conquistar un terreno que le resulta hostil desde hace dos décadas, la convierten en una elección decisiva para la política nacional.

Más allá de eso, el clima electoral en las calles es de apatía. Algún encuestador ha dicho que muchos no saben qué se elige. O que Silvia Lospennato, la candidata de Mauricio y Jorge Macri, aún conserva elevadísimos niveles de desconocimiento por parte de la sociedad. La confusión en algunos sectores es tal que, cuando van a encuestar a la provincia de Buenos Aires y preguntan a quién van a votar en octubre muchos dan nombres de candidatos porteños. Todas estas imágenes se vuelven una síntesis, acaso, del inmenso mar que separa a la dirigencia del ciudadano de a pie.

En la Ciudad, Karina Milei designó a Manuel Adorni, que fue parte de la delegación en Roma. La secretaria general de la Presidencia supone que a Adorni le bastará con ser el candidato de La Libertad Avanza para hacer una gran elección. Cerca de Adorni afirman que el primer objetivo es desplazar al PRO, incluso cuando el que resultara ganador fuera Leandro Santoro. Si eso ocurriera podría volverse incluso más complicada que hoy la negociación por la alianza en la Provincia. Milei insiste que irán juntos; Macri lo pone en duda.

“Traten de avanzar, pero esta gente es muy difícil”, les dijo el jefe del PRO a quienes negocian. Lo que Macri ni discípulos como Fernando De Andreis quieren asumir es que varios dirigentes que se decían macristas ya dieron su palabra de que ellos o dirigentes de su riñón saltarán a las listas libertarias en la contienda de octubre, con o sin el consentimiento partidario. La excusa: derrotar al kirchnerismo y dejarlo sin poder rumbo a 2027. El operativo solo podría frustrarse si quienes dieron su palabra en la Casa Rosada, deciden traicionarla. En primer lugar, el diputado Diego Santilli; luego, el intendente de Mar del Plata, Guillermo Montenegro. Aunque algo más oscilante, también habría que sumar a Cristian Ritondo.

La foto de Macri del miércoles con Montenegro y Ritondo con el mar marplatense de fondo no fue suficiente para simular el cimbronazo que sacude al PRO. “Los dirigentes que tenían precio ya fueron comprados”, dijo Macri. Milei, que hasta no hace tanto evitaba la polémica con el ex presidente, le contestó: “Que muestra la factura”.

Montenegro y Ritondo tuvieron que tragar saliva. Karina Milei quiere una alianza con ellos y otros miembros del PRO al estilo de la que hicieron Macri y Sergio Massa en 2013 para derrotar al kirchnerismo. Ir juntos pero que no se note tanto. Difícil. Ni Karina ni el gurú libertario, Santiago Caputo, aceptan negociar la sigla partidaria. Quienes se sumen a sus listas deberán pintarse de violeta.

Para bien o para mal de ambas agrupaciones, lo que podría alterar la negociación -o terminar de encaminarla- sería el resultado de la elección porteña. Si gana el PRO, Macri se fortalecería y podría imponer condiciones; si pierde -después de 18 años de reinado-, su sistema de presión podría pasar a ser mínimo, por no decir casi nulo. Ni Milei ni Macri quieren pensar en la posibilidad de que el kirchnerismo pueda imponerse en la Ciudad. Sería histórico y complejo de explicar, cuando ambos vienen anunciando el final de Cristina.

La líder del peronismo se mantiene prescindente de la elección. O simula serlo. Sabe que puede espantar votantes y calla. Esa conducta cambiaría mágicamente si el domingo 18 el resultado en las urnas favorece a Santoro. Cristina podría anotarse una victoria y alentar a su tropa de cara a los comicios en la Provincia. La ex presidente ha dado muestras de pragmatismo brutal en tiempos de campaña. Ese olfato se mantiene. En las últimas semanas evitó la confrontación directa con Axel Kicillof, por más que despotrica contra el gobernador en privado. Más: le acaba de pedir a sus dirigentes que negocien una estrategia electoral común. Procura mantener su distrito y complicar la existencia de Milei todo lo que sea posible

Fuente: clarin.com

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