En los últimos meses, Buenos Aires fue escenario de un fenómeno inquietante que parecía haber quedado en el tiempo pero sin embargo volvió con más fuerza. Una nueva ola de viudas negras urbanas; mujeres que seducen a hombres con el objetivo de robarles sus pertenencias del momento y en algunos casos, hasta desvalijarles la casa si es que acceden a ella.
El caso más resonante fue el de cuatro hermanas que fueron detenidas por seducir, drogar y robarles a hombres en los barrios de Villa Crespo, Paternal y Palermo. Otro hecho similar que terminó en tragedia fue el del reconocido economista Pablo Jiménez que apareció muerto en su departamento porteño tras una presunta agresión con el modus operandi de la seducción, drogas y desaparición de bienes. Y como si todo formara parte de un guion en espejo, se sumó una denuncia contra una joven de 20 años que fue acusada de drogar y desvalijar a un hombre de 55 años, también en Palermo.
Lo curioso es que mientras estos episodios reales llenaban las secciones policiales de todos los diarios y portales de noticias, en la televisión argentina se estrenó la serie “Viudas negras, p*tas y chorras” que está batiendo todos los récords y en menos de una semana se volvió la ficción del momento. En tono de comedia negra y crítica social, recrea con precisión dogmática el universo de estas mujeres que se aprovechan del deseo masculino para ejecutar sus golpes letales.
Universos paralelos. “Viudas negras…” fue una idea de Malena (Pichot) y cuando una importante productora se la aceptó, nos sentamos a escribirla junto a Ariana Saiegh”, relata a NOTICIAS Julián Lucero, uno de los tres autores de la serie que está haciendo furor en la plataforma Flow por su veracidad y conexión con la realidad. La ficción, protagonizada por la misma Pichot y Pilar Gamboa, llega justo cuando la realidad vuelve a hablar de viudas negras como si el subgénero criminal se hubiese reactivado. En la ficción, Maru (Gamboa) y Micaela (Pichot) son dos ex viudas negras que, después de años de retiro, son reclutadas por una vieja conocida para volver al ruedo y ejecutar un último trabajo, dormir y entregar a un joven empresario con importantes vínculos. Lo que parece el clásico plan de despedida se convierte en el puntapié para una historia que mezcla thriller, humor ácido, crítica de clase y retrato generacional.
“No es oportunismo, sino coincidencia. Mientras la filmábamos, aparecían semanalmente dos o tres casos de viudas negras, como si fuera un “boom”. Encima ahora se estrenó una película española que se llama “La viuda negra” y está siendo la más vista a nivel global. Es que el fenómeno está en el aire y como el modo de robar tiene algo de gracioso, prohibido y marginal, enciende rápido en la gente”, reflexiona Lucero, sobre esta explosión al unísono tanto de casos reales como de ficción.
Impura coincidencia. Muchos de los casos parecen guionados, pero sucedieron de verdad. Las cuatro hermanas detenidas en la zona de Villa Crespo y Paternal tenían un patrón, salían de noche, seducían hombres, los drogaban con pastillas y luego les vaciaban billeteras, tarjetas y celulares. En Palermo, el economista Pablo Jiménez fue hallado muerto, amordazado, en lo que la Justicia investiga como un nuevo ataque con la firma de las viudas negras. Y el caso de la joven de 20 años que sedujo y desvalijó a un hombre en marzo cerró el círculo con un último golpe.
En todos, el hilo conductor es el mismo: la combinación de seducción y anestesia, las dosis justas para borrar la conciencia del otro y aprovechar el botín. En la mayoría de los casos, los hombres no denuncian por vergüenza o por machismo: nadie quiere admitir que fue engañado por una chica que creyó haber conquistado, y mucho menos cuando son dos o tres en el mismo momento. El éxito de la serie argentina y de su par española pero en formato película demuestra que el tutorial delictivo se da en un marco donde las aplicaciones de citas y la soltería eterna está en su máximo esplendor.
Sobre esta fotografía de época, Lucero detalla: “No entrevistamos a ninguna viuda negra pero sí hubo investigación documental. Y llegamos a la conclusión de que los casos que conocemos deben ser apenas un cinco por ciento de los que suceden, porque ningún hombre va a ir a decir: “Me robaron dos minas que pensé que me había levantado”. El macho alfa no denuncia eso, salvo que se convierta en tragedia o que tenga que dar explicaciones y que su vergüenza sea menor a sus consecuencias”.
Lo inquietante de estos dos mundos que dialogan y parecen reflejarse en un espejo, es la sincronía. La serie se estrenó apenas días antes de que se conocieran los últimos casos. En pleno auge de los medios digitales, la pregunta es si las viudas negras vuelven porque la pantalla lo anticipa o porque, sencillamente, nunca se fueron. La ficción lo dice con humor: “El hombre que se lleva dos minas se cree un capo, hasta que amanece sin billetera ni dignidad”. El fenómeno, que tuvo su auge en los años noventa, hoy regresa con nuevos códigos, las redes sociales, los encuentros rápidos, las pastillas más accesibles y un contexto de desigualdad que vuelve todo más turbio.
Libertad narrativa. “No tuvimos ningún condicionamiento en cuanto a la creación de parte de la productora, más que la nuestra de entender que había escenas que eran costosas de recrear. Pero en cuanto al guion, ninguna imposición”, afirma Lucero, quien habla con la sorpresa del éxito que están teniendo, y que se explica por lo revelador de una trama que además de entretener, pareciera advertir a futuras víctimas para que no caigan en la trampa de beber de copas ajenas o comer de productos del que se desconoce su origen. Y concluye: “No tuvimos censura ni bajada de línea. Todo lo que cuenta la serie fue lo que queríamos contar, por más explícito que fuese y tal vez ahí radica el éxito que está teniendo”.
Es que la serie juega con eso. Con la idea de que la verdad, por más que se la intente ocultar, siempre puede golpear la puerta. Y en ese juego, “Viudas negras, p*tas y chorras” se instala como una rareza que desafía los límites de la comedia negra, que no se disculpa en incomodar, informar (para bien y para mal) y convertir este tipo de delito en un campo para pensar, reírse y asustarse al mismo tiempo.
Fuente: perfil.com