(*) Columnista invitado. El creador de la Bandera argentina no siempre estuvo en el panteón sagrado de los próceres, Por qué su gesta y persona hoy en día sigue uniendo argentinos y argentinas.
20 de junio 2024, 05:43hs
Del olvido a la reivindicación
La construcción de un prócer no siempre es una tarea fácil para los países. En la mayoría de los países latinoamericanos esto resultó más sencillo ya que contaron con figuras heroicas que fortalecieron y animaron las jóvenes identidades nacionales: Bolívar, O’Higgins, Artigas, Sucre, entre otros. En la República Argentina, que luego de su independencia en 1816 contó con casi medio siglo de luchas intestinas, sólo San Martín fue tibiamente indiscutido como prócer y héroe nacional.
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Pero para el caso de Belgrano se necesitó de un rescatista: Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, que murió enfermo, pobre y olvidado un 20 de junio de 1820 en una agitada Buenos Aires, sólo comenzó a tener un reconocimiento indiscutido a partir de la obra magna de Bartolomé Mitre – Historia de Belgrano – a mediados del siglo XIX. Esta obra lo posicionó como un ejemplo a seguir en la joven república que quería dejar atrás sus guerras civiles. A partir de allí, se rescataron y revalorizaron escritos y acciones que dejó Belgrano para la posteridad. Su legado nos sigue sorprendiendo y enseñando.
Con el comienzo del proceso de construcción del Estado nacional hacia el último cuarto del siglo XIX, y en la búsqueda de la definición de lo que era “ser argentino”, su figura fue instalándose en la liturgia patria, en las escuelas y en los edificios públicos… o en revistas infantiles como Billiken que contribuyeron al proceso. Otros “Hombres de Mayo” también fueron utilizados al comienzo de esta construcción. Por ejemplo, durante fines del siglo XIX y principios del siglo XX, se revindicaron también como próceres a Rivadavia, Saavedra o Moreno. De todas maneras, San Martín y Belgrano resistieron en el panteón compartiendo un lugar indiscutido. Sortearon las corrientes historiográficas y los vaivenes ideológicos. Estos últimos, con más emocionalidad que racionalidad, siempre buscaron – y buscan – remodelar los relatos sobre la identidad nacional amoldándolos a sus intereses.
Una mente progresista del pasado que nos sirve para el presente
Veamos un ejemplo de por qué su figura une a iguales y diferentes: si nos preguntamos qué pueden tener en común un empresario industrial de corte nacionalista y un militante del cannabis sativa, la respuesta de esa unión tal vez sea Belgrano. Para el primer caso, es porque se lo reconoce al creador de la bandera cómo el primer economista argentino.
Su obra económica, desde traducciones, hasta artículos en el Correo del Comercio (1811), son un compendio de teoría económica donde proyectaba una visión proteccionista sobre la producción local. Es decir, si bien la Revolución Industrial aún era algo reciente, Belgrano proponía agregarle valor a la base agrícola-ganadera de la producción local, protegerla y así competir con los productos extranjeros.
Por un lado, la defensa de la industria nacional y su independencia frente a las imposiciones de los mercados extranjeros. Por el otro, el uso de un recurso natural con valor agregado. Y, además, biodegradable. ¿Acaso no son debates actuales?
El legado de Belgrano no reside solo en sus aportes económicos o en la creación de la mayor insignia patria: tenía una visión humanitaria y progresista sobre el rol activo de la mujer en la sociedad y sobre las desigualdades sufridas por los pobres, que debían saldarse con políticas inclusivas y no solo con caridad.
También, otra centrada en las raíces locales americanas: Belgrano sabía que la primera sangre derramada en estas tierras fue la de los pueblos originarios y que era preciso reivindicarla. Por esta razón, frente a la Europa monárquica que se levantaba contra los pueblos revolucionarios americanos tras el derrocamiento de Napoleón – déspota para unos, revolucionario para otros-, postuló la creación de una Monarquía Inca. De esta manera, les otorgaba centralidad política a los nativos, aquella que habían perdido tras la llegada de los españoles. La propuesta, si bien recibió el apoyo de José San Martín y de Martín Miguel de Güemes – otro prócer recientemente revindicado –, no logró la adhesión total del Congreso de Tucumán de 1816.
Mas allá de lo anecdótico de su vida, aquel reconocimiento de Belgrano nos permite retomar, en el presente, la figura de Remedios para representar una causa más general: la del sacrificio de miles de varones y mujeres —las más desplazadas— anónimos por aquellos años: gauchos, “indios”, tejedoras, cocineras, concubinas, soldados y guerreras. Pero, sobre todo, para la memoria de los afroargentinos – esclavos, libertos y nacidos en libertad-, que se vieron desplazados de la historia oficial.
Belgrano también los une, nos une.
(*) Nicolás Fernán Rey es Magister en Historia, Profesor adjunto en la Universidad del Salvador y docente de educación Media.
Fuente: tn.com.ar