Quién es rico? La lección más dura sobre lo que realmente importa

Uno de los errores más grandes que cometemos en vida es tener expectativas erróneas sobre cosas que van a generar felicidad: cambio de auto, mejora en el trabajo o ganarme la lotería. Los estudios empíricos comprueban que estas cosas dan un subidón de alegría pero duran solo un tiempo. Son menos que pasajeros instantes a pesar que prometían la felicidad eterna.

Creemos que todo se reduce a tener más, en evitar cualquier pérdida, en protegerlo todo.

Pero la vida, con su sabiduría a veces dura, nos enseña que la verdadera felicidad no se basa en lo que está afuera, sino en lo que permanece firme cuando todo lo demás se cae.

La historia impactante del rabino Shlomo Farhi.

Una tarde, mientras regresaba en auto con su esposa y sus hijos, se acercaban a su casa cuando algo le llamó la atención: la puerta de entrada estaba entreabierta. Algo no se sentía bien. A medida que se acercaban, la sensación de que algo andaba mal se hacía más fuerte. Detuvo el auto con cautela, y le pidió a su esposa que se quedara adentro con los niños. Él bajó solo a revisar.

Apenas abrió la puerta, lo supo: habían entrado a robar. Recorrió la casa con el corazón acelerado, asegurándose de que ya no hubiera nadie dentro. Y entonces lo confirmó… les habían robado todo.

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Cada rincón de la casa contaba una historia de pérdida. Incluso la computadora, que guardaba todas las fotos de sus hijos, estaba desaparecida. Todo… perdido.

Volvió al auto con el alma rota. Le pidió a su esposa que llevara a los niños a casa de su madre, y repitió una y otra vez, en inglés: “They took everything” – se llevaron todo –. Esa frase se convirtió en un eco que no podía detener. “They took everything”. Todo, todo.

Después de unas horas de revisar los daños, con el corazón dolido pero en pie, comenzaron a procesar lo ocurrido y a seguir adelante.

Al día siguiente, el rabino tenía planeado un viaje con un grupo de jóvenes para recorrer los campos de concentración en Europa del Este. Pero no se sentía bien dejando sola a su esposa en ese momento tan vulnerable, con el miedo de que los ladrones pudieran regresar. Decidió no viajar con el grupo. Sin embargo, al segundo día, cuando las cosas ya estaban un poco más tranquilas, su esposa lo animó: “Ve, haz este viaje. Te va a hacer bien.”

Viajó a Europa y, justo el día en que llegó, el grupo visitó Auschwitz, uno de los campos de concentración más conocidos. Allí, los acompañaba una sobreviviente que compartía su desgarradora historia.

Contó que al llegar al campo, lo primero que hicieron fue separarla de sus seres queridos. Le quitaron su ropa, sus pertenencias, su dignidad. Solo le había quedado una pequeña foto de sus padres, su última conexión con el mundo que conocía, con su identidad, con lo que una vez fue.

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Pero incluso eso… le arrebataron. Un oficial nazi -que su nombre sea borrado- la vio sosteniendo la foto y se la arrancó de las manos. En ese instante, perdió lo último que le quedaba.

Y entonces, con una voz temblorosa, ella dijo:

“They took everything”. Se llevaron todo.

El rabino escuchó esas palabras y sintió cómo le atravesaban el alma. Él había dicho esa misma frase por objetos, por cosas materiales. Y ahora la escuchaba pronunciada por una mujer que había perdido literalmente todo: su familia, su identidad, su mundo entero.

En ese momento, algo resonó dentro de él. Después de unos minutos cuando Terminó la charla Llamó a su esposa y le dijo con la voz quebrada:

– Mi amor… no perdimos nada. No se llevaron nada. Nos tenemos el uno al otro. Tenemos a nuestros hijos. Tenemos todo.

Cuando el rabino Shlomo Farhi descubrió que habían entrado a su casa a robar, sintió que lo había perdido todo. El dolor era real: objetos valiosos, pérdidas económicas , la sensación de inseguridad… todo parecía derrumbarse. Como muchos de nosotros, tenía la expectativa, humana y comprensible, que la felicidad está ligada a lo que poseemos: nuestras cosas, nuestra rutina, nuestro “orden”.

Y por eso repetía una y otra vez: “They took everything.” Se llevaron todo.

Pero fue en Auschwitz, en un lugar marcado por el horror más extremo, donde esa misma frase cobró un significado completamente diferente. En boca de una sobreviviente que lo había perdido todo, no solo objetos, sino a su familia, su libertad, su dignidad y su identidad, la frase resonó con un peso completamente distinto.

En ese instante, el rabino comprendió algo profundo: no le habían robado todo.

Lo más valioso seguía intacto: su esposa, sus hijos, su capacidad de amar, de enseñar, de vivir.

Ese momento fue una ruptura de expectativas.

La falsa idea de que la felicidad depende de lo material, de que “necesito esto o aquello para estar bien”, se rompió… y en su lugar nació una verdad más poderosa: La felicidad no está en lo que tengo, sino en con quién comparto mi vida.

No está en lo que poseo, sino en lo que valoro. No está en el control, sino en la conexión.

Y si al final del día, todavía puedes decir: Nos tenemos el uno al otro… entonces, no has perdido nada. Entonces, lo tienes todo.

Rav Noaj Weinberg decía: “La felicidad no viene de tener lo que quieres, sino de querer lo que tienes”. Mientras tengamos a las personas que amamos, mientras podamos abrazar a nuestros hijos, mirar a los ojos a nuestra pareja, compartir una cena en familia, no nos falta nada.

La vida puede quitarnos muchas cosas. Pero lo esencial que es el amor, la fe, la conexión con quienes somos, eso nadie puede robárnoslo.

Cómo enseña el judaísmo: “Quién es rico? El que está contento con lo que tiene”

No te olvides de agradecer por lo que realmente importa.

Porque si aún lo tienes… lo tienes todo.

Feliz fin de semana.

(*) Rafael Jashes – Rabino

Fuente: perfil.com

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