Construida hace más de 1.500 años sobre una roca de 370 metros, la fortaleza de Sigiriya guarda la trágica historia del rey Kasyapa, quien asesinó a su padre para usurpar el trono y buscó refugio en las alturas, creando uno de los tesoros arqueológicos más impresionantes del sudeste asiático.
La leyenda cuenta que el rey Kasyapa, tras asesinar a su padre, el rey Dhatusena, para quedarse con el trono, buscó refugio en un lugar imposible temiendo el ataque de su hermano Mogallana, el legítimo heredero. Pensó que sería imbatible resguardado en lo alto de una gigantesca roca que se levanta, misteriosa, en medio de la selva de Sri Lanka.

Sigiriya fue el refugio del rey Kasyapa luego de asesinar a su padre para quedarse con el trono. Foto Shutterstock
Allí, en las alturas, erigió su palacio, rodeado de murallas, jardines y estanques, creyendo que el sitio lo protegería de su pasado. Pero cuando su hermano volvió desde la India con un ejército dispuesto a vengar la traición, Kasyapa fue abandonado por los suyos, y antes de rendirse, eligió morir.
Esa historia doblemente trágica es la del nacimiento de Sigiriya, la llamada “roca del león”, uno de los tesoros arqueológicos más sorprendentes y espectaculares del sudeste asiático.

Es uno de los grandes tesoros arqueológicos del sudeste asiático. Foto Shutterstock
Asombrosa armonía en las alturas
A simple vista, parece una mole solitaria que emerge del verde infinito. Pero al acercarse, el visitante descubre escaleras talladas en piedra, muros cubiertos de frescos y pasadizos que revelan la extraordinaria precisión con que fue diseñado este complejo, hace más de 1.500 años.
En la cima, a casi 370 metros sobre el nivel del mar, aún se distinguen las terrazas, piscinas y restos del palacio que el rey mandó levantar entre los siglos V y VI.

Caído el rey, el lugar se convirtió en templo budista por muchos años. Foto Shutterstock
El conjunto de Sigiriya combina la ingeniería y el arte con una armonía asombrosa: jardines geométricos irrigados por canales, fosos defensivos y un sistema de cisternas que aún hoy, 15 siglos después de construido, puede seguir reteniendo agua.
Por ello en 1982 la Unesco lo incorporó a la lista del Patrimonio Mundial, y los propios cingaleses (nativos de Sri Lanka) suelen llamarlo “la octava maravilla del mundo”.

Estas enormes garras le dieron a Sigiriya el nombre de “roca del león”. Foto Shutterstock
Ascender por la puerta del león
Pero Sigiriya no fue sólo la fortaleza de un monarca, porque mucho antes, las cuevas que rodean la roca sirvieron de refugio a comunidades budistas, y tras la caída del reino de Kasyapa, el lugar volvió a convertirse en monasterio durante varios siglos.
Luego quedó en silencio, cubierto por la vegetación tropical, hasta que en 1908 lo descubrió el británico John Still -autor del libro “La marea de la selva”-, el primero en documentar sus ruinas.

Las escaleras que ascienden a las ruinas de Sigiriya. Foto Shutterstock
Hoy se puede ascender a este tesoro único, una experiencia que combina historia, naturaleza y, por cierto, también vértigo.
Se asciende por un camino que serpentea entre jardines y plataformas hasta llegar a la Puerta del León, donde dos enormes patas esculpidas en la roca marcan el ingreso al tramo final. Más arriba, los muros aún conservan pinturas de figuras femeninas de colores intensos, uno de los ejemplos más valiosos del arte cingalés antiguo.
Desde la cima, el paisaje se abre en todas direcciones: una planicie que parece infinita, salpicada de lagos y templos, y el eco del viento que, si se escucha con atención, pareciera susurrar ecos de aquel pasado turbulento y glorioso.

Sigiriya está a unas tres horas en auto de Colombo, capital de Sri Lanka. Foto Shutterstock
Sigiriya, más que un sitio arqueológico, es una fusión entre mito, piedra y naturaleza.
Información para visitantes
Cómo llegar: Hasta Colombo, capital de Sri Lanka, se consiguen pasajes desde US$ 2.647 en una combinación de Ethiopian Airlines y Air Lanka. Sigiriya está a unos 170 km de Colombo, en el centro de Sri Lanka, dentro del llamado Triángulo Cultural, una región donde también se ubican los templos de Dambulla, Polonnaruwa y Anuradhapura. Se puede llegar con excursiones organizadas o en un viaje de tres horas por carretera. La ciudad base más cercana es Dambulla, desde donde parten tuk-tuks y minibuses hacia el sitio.

En las cercanías hay hoteles y eco lodges con vistas a la “roca del león”. Foto Shutterstock
Cuándo ir: El mejor momento es entre diciembre y abril, cuando el clima es seco y las vistas son más nítidas. Conviene empezar el ascenso temprano, antes del calor del mediodía, y llevar abundante agua.
Entrada: El acceso para turistas extranjeros cuesta unos 30 dólares. El recorrido dura en promedio entre dos y tres horas, según el ritmo de ascenso.
Qué llevar: Calzado cómodo, sombrero y protector solar.
Dónde alojarse: En los alrededores hay hoteles boutique y eco-lodges con vista directa a la roca, muy atractivos para ver el amanecer entre la niebla.
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