En un mundo donde la calidad y la durabilidad de los productos son cada vez más exigidas por consumidores y reguladores, una startup argentina emerge con una propuesta disruptiva: Migma, una plataforma biotecnológica que combina química avanzada e inteligencia artificial para diseñar mezclas personalizadas de antioxidantes.
Su objetivo es transformar industrias como la alimentación, la cosmética y la nutrición animal, reduciendo el desperdicio y promoviendo la sostenibilidad. A continuación, un recorrido por la visión, la tecnología, los desafíos y el impacto de Migma, según detalló ante iProfesional su fundadora y directora general ejecutiva, Sofía García Franco.
Visión y origen
El nacimiento de Migma responde a un problema global: la oxidación afecta la vida útil y la calidad de productos que millones de personas consumen a diario. “Fundamos Migma con el objetivo de mejorar la vida útil y calidad de los productos que enfrentan procesos oxidativos que afectan su tiempo de vigencia y calidad”, explicó García Franco.
La oxidación es un fenómeno transversal que impacta desde alimentos y suplementos hasta cosméticos y lubricantes. El resultado: un tercio de los alimentos producidos se desperdicia cada año, a pesar de contener antioxidantes que, en muchos casos, no logran preservar el producto como deberían.
El desperdicio alimentario no solo implica la pérdida de comida, sino también de mano de obra, capital y recursos naturales —agua, semillas, forraje— utilizados en la producción y el transporte. Además, este ciclo de ineficiencia incrementa las emisiones de gases de efecto invernadero y agrava el cambio climático.
“Identificamos que no todos los antioxidantes funcionan igual en cualquier producto, porque cada matriz tiene características específicas. La industria tradicionalmente ofrece soluciones genéricas y limitadas según el sector, sin personalizar la combinación de antioxidantes para cada aplicación”, detalló García Franco.
La verdadera oportunidad, concluyó el equipo fundador, estaba en la personalización: “La validación de esta problemática, a través del diálogo con diferentes industrias, y el desarrollo de una plataforma tecnológica que hace viable la personalización, fueron los motores que nos llevaron a fundar Migma”, dijo su fundadora.
Un equipo multidisciplinario y global
El ADN de Migma es internacional y multicultural. Sus fundadores se conocieron en el programa de formación de empresas de GridX, un fondo de inversión en biotecnología. El equipo combina talentos de la Argentina y Brasil, y experiencia en los Estados Unidos.
Carlos García, químico con más de 20 años de experiencia en antioxidantes, lidera el área de I+D desde Carolina del Sur. Lucas Ayres, bioquímico brasileño especializado en química analítica e inteligencia artificial, completa su postdoctorado en Princeton. Tomás Benítez, cordobés, aporta más de 15 años de experiencia en química experimental. Sofía García Franco, mendocina, suma su experiencia en negocios y liderazgo de startups tecnológicas.
“Esta combinación de perfiles técnicos y de negocio, con experiencia internacional y visión global, es lo que diferencia a nuestro equipo”, subrayó García Franco. El camino, sin embargo, no fue lineal: “Tuvimos que empezar de cero. Tomamos muchos riesgos, pero siempre con la convicción de que valía la pena”, dijo.
Tecnología y proceso innovador
El corazón de Migma es su plataforma de inteligencia artificial para el diseño de mezclas sinérgicas de antioxidantes. “Lo que hacemos es integrar el conocimiento científico y la tecnología para diseñar soluciones a medida. Nuestra plataforma analiza el perfil químico del producto, las condiciones en las que se oxida, los requisitos del cliente y hasta las restricciones regulatorias o de costo. Con toda esa información, simula miles de combinaciones posibles y predice cuáles van a funcionar mejor”, explicó García Franco.
El proceso es ágil y riguroso: las formulaciones seleccionadas se prueban en laboratorio bajo condiciones reales y, solo si cumplen con los objetivos del cliente, se escalan a nivel industrial. “La gran ventaja es la velocidad y la precisión. Lo que antes podía llevar años de prueba y error, hoy lo podemos hacer en pocos días”, destacó la fundadora. Así, Migma puede ofrecer soluciones personalizadas y viables a nivel industrial, algo que antes era impensado por tiempo o costo.
La validación científica es clave: “No nos quedamos solo en la simulación. Cada formulación que seleccionamos la sometemos a pruebas reales que replican las condiciones del mercado. Solo después de validar que realmente funciona y cumple con los objetivos del cliente, avanzamos a la producción”.
Sofía García Franco
Aplicaciones y mercados
Migma apunta a sectores donde la oxidación es un problema crítico: alimentos, cosmética, nutrición animal y lubricantes. “Todos ellos enfrentan problemas de oxidación que afectan la calidad, la vida útil y los márgenes. Nuestra tecnología permite resolver esos desafíos de manera más eficiente, reduciendo el desperdicio y mejorando la rentabilidad”, afirmó García Franco.
Actualmente, la startup está implementando pilotos industriales con empresas líderes de alimentos, alimentos para mascotas y cosmética en los Estados Unidos, la Argentina y Uruguay. El potencial de impacto es enorme: extender la vida útil de los productos y reducir el desperdicio en cadenas de valor globales.
Sostenibilidad y biodiversidad
Uno de los pilares de Migma es el aprovechamiento de la biodiversidad latinoamericana para desarrollar antioxidantes naturales y responsables con el ambiente. “América latina es la región con mayor biodiversidad del planeta, lo cual sin duda nos proporciona una mejor ‘biblioteca’ de antioxidantes para estudiar y replicar”, sostuvo García Franco. Pero el diferencial está en el talento científico del equipo, que permite fabricar fórmulas personalizadas con un enfoque único en el mercado.
La sostenibilidad es un criterio central en el desarrollo y validación de nuevas mezclas. “Aportar antioxidantes personalizados para cada tipo de producto mejora su durabilidad y en consecuencia resuelve en parte el problema vinculado a la pérdida y desperdicio”, explicó la directora general ejecutiva.
La demanda de etiquetas limpias (“clean label”) y conservantes naturales es otro motor de innovación: “Hoy el consumidor exige productos con menos aditivos, más naturales y que duren más. Y eso es exactamente lo que nosotros ofrecemos. Desarrollamos soluciones que permiten extender la vida útil sin agregar ingredientes innecesarios, con formulaciones ‘clean label’ que cumplen con las expectativas del mercado y las regulaciones”.
Crecimiento, expansión y modelos de negocio
El crecimiento de Migma se apalancó en una ronda semilla de 250 mil dólares obtenida a través del programa “Ignite” de GridX. “El equipo emprendedor debe desarrollar un producto sólido con una propuesta de valor comercial escalable. Una vez llegado a ese punto, se avanza con el acuerdo y en este caso nosotros obtuvimos los u$s250.000 semilla que es el objetivo del programa”, relató García Franco.
Migma ya está en etapa de implementación industrial en la Argentina y los Estados Unidos. Una gira realizada este año en la ciudad californiana de San Francisco abrió nuevas puertas para alianzas estratégicas que permitirán escalar la propuesta a nivel global. “Estamos en conversaciones avanzadas con potenciales aliados estratégicos que nos van a permitir escalar nuestra propuesta a nivel global”, adelantó la directora general ejecutiva.
El modelo de negocio es flexible: por un lado, ofrecen soluciones integrales (“end-to-end”) para empresas que requieren desde la investigación hasta la producción de mezclas personalizadas; por otro, licencian formulaciones a empresas con infraestructura propia, acelerando su llegada al mercado.
La escalabilidad es un objetivo central. “Nuestra tecnología y estrategia de negocios está pensada para ser de escala global, en nuestros siguientes pasos está completar un proceso de aceleración en Finlandia, por mencionar un ejemplo”, anticipó García Franco.
Ciencia, innovación y propiedad intelectual
El desarrollo de Migma se basa en la integración de ciencia de frontera, inteligencia artificial y validación experimental. El equipo combina experiencia en química, bioquímica, inteligencia artificial y negocios, lo que les permite diseñar soluciones innovadoras y proteger su propiedad intelectual a través de formulaciones únicas y procesos patentables.
La innovación no es solo tecnológica, sino también en la forma de abordar problemas complejos y adaptarse a las necesidades de cada cliente y mercado. La validación científica rigurosa y la capacidad de escalar rápidamente nuevas soluciones son ventajas competitivas clave.
Desafíos y futuro del sector
El sector de la preservación de alimentos y cosméticos enfrenta un futuro marcado por consumidores más exigentes y preocupados por la sostenibilidad. “Creo que el futuro está en la personalización y la sostenibilidad. Vamos hacia un modelo donde cada producto va a tener su solución específica, diseñada para durar más, ser más seguro y responder a lo que el consumidor espera”, dijo la fundadora.
“La ciencia nos permite anticipar esos escenarios y diseñar soluciones que antes eran impensadas. La clave es hacerlo de manera responsable, siempre priorizando el impacto positivo en la industria, en el consumidor y en el planeta”, reflexionó García Franco. El desafío es doble: innovar para resolver problemas reales y hacerlo de manera sostenible, generando valor para la industria, los consumidores y el planeta.
Impacto y propósito
El propósito de Migma es claro y ambicioso: “Ayudar a reducir el desperdicio, conservar recursos y agregar valor real a las cadenas productivas. Lo hacemos extendiendo la vida útil de los productos, mejorando su estabilidad y permitiendo que lleguen a más mercados en mejores condiciones. Cuando se hace bien, ganan todos: la industria, el consumidor y el planeta”, resumió García Franco.
El éxito de la startup se mide no solo en términos financieros, sino también por su impacto ambiental, social y científico. “Como empresa deeptech creemos que si contribuimos a resolver el problema de la pérdida (cuando los productos se echan a perder antes de salir a distribución) y el desperdicio (cuando los consumidores finales no consumen o no aprovechan aquello que han adquirido), estamos siendo parte de la solución de problemas como el cambio climático”, sostuvo la directora general ejecutiva.
La visión a largo plazo es convertirse en referentes globales en tecnología antioxidante y demostrar que desde Mendoza y Latinoamérica se puede liderar la innovación biotecnológica a nivel mundial.
Mujeres en ciencia y liderazgo
El camino de García Franco como mujer líder en el ecosistema deeptech y biotecnológico no ha estado exento de desafíos. “Es verdad que la mayoría de los espacios de decisión están ocupados por hombres. Pero también es cierto que cada vez hay más conciencia de esa brecha y que las cosas están cambiando. Me mentalizo para que eso no sea una traba, sino un desafío que se supera con preparación, visión y capacidad. Además, cuento con una red increíble de mujeres y hombres que apoyan y empujan a que más mujeres lideremos estos espacios”, contó la fundadora.
Su mensaje para otras científicas y emprendedoras fue contundente: “Les diría que se animen, que se preparen, que se rodeen de personas que las impulsen y que no se dejen frenar por los miedos o las estadísticas. Hay mucho por hacer y necesitamos más mujeres liderando la innovación en todos los sectores”.
A quienes piensan en emprender en biotecnología en América latina, García Franco aconsejó buscar comunidades activas y redes de colaboración: “El mundo necesita de soluciones creativas para los grandes desafíos que enfrentamos en distintos aspectos: climático, económico, de seguridad. Buscar comunidades que ya estén funcionando y aportando valor. Unirse a ellos para desarrollar redes de colaboración que nos permitan llegar al desarrollo que tenemos en mente”.
Fuente: iprofesional.com