Las balas que, en la interpretación sindical, comenzaron a entrarle al Gobierno tras el polémico discurso de Javier Milei en Davos y especialmente una creciente presión interna por “jugar a la política” en el amanecer de la campaña electoral, determinaron a la CGT a pasar a la ofensiva en el endurecimiento contra la administración libertaria. Pero esa decisión, gestualizada este jueves en el anuncio del nuevo paro general del 10 de abril, estuvo lejos de sintetizar un consenso unánime puertas adentro de la central, aún cuando son amplia mayoría los dirigentes que destilan bronca contra la Casa Rosada por el tabique impuesto a los aumentos salariales que se negocian en paritarias. El propio Hugo Moyano es uno de los principales exponentes de ese profundo malestar.
Las diferencias por el manejo de los tiempos en la escalada de confrontación con el Gobierno quedaron expuestas en las conversaciones reservadas entre los jefes cegetistas durante los últimos días y dividieron aguas entre los grupos más duros, la dirigencia de perfil más dialoguista que insiste con no romper todos los puentes con el Ejecutivo y los espacios que buscan hacer equilibrio entre una y otra vereda.
Hacia afuera esa tensión interna se exhibió en una sorpresiva propuesta de Luis Barrionuevo para adelantar la elección de la nueva conducción de la central. Inicialmente esa definición estaba prevista para noviembre próximo, después de las elecciones generales: ahora el gastronómico junto a una veintena de sus aliados planteó la necesidad de anticiparla a agosto o septiembre con el propósito de evitar que la jefatura que emerja de la compulsa sindical pueda “contaminarse” por el resultado de los comicios legislativos. Abrió asi una discusión que -por ahora- en la primera línea no quieren dar. Menos aún, en el entramado de una unidad siempre inestable, habilitar un debate sobre la conveniencia de mantener una conducción colegiada o avanzar en el encumbramiento de un dirigente.
Barrionuevo operó en línea con su espíritu dialoguista con la Casa Rosada, aunque públicamente haya desafiado a los más duros con la apuesta de una huelga de 36 horas, idea que no estuvo en análisis. Su posición es compartida por el jefe de la UOCRA, Gerardo Martínez, el referente cegetista de vínculo más aceitado con la gestión Milei. Ninguno de los dos participó de la primera reunión de mesa chica del año en la que primó la voz cantante de los más combativos para ir a la huelga. Tampoco estuvieron este jueves en la reunión del consejo directivo, aunque el gastronómico mandó sus representantes.
En el espacio dialoguista consideran que fue precipitado ese movimiento y se quejan que se haya anunciado la protesta como broche del congreso de la UTEP que sesionó en la sede de Azopardo. “Ahora anunciamos paros bajo presión de los movimientos sociales”, reprocharon desde el campamento moderado. Y sumaron sus críticas hacia una de las frases con que Héctor Daer, el jefe de Sanidad y triunviro de la central, justificó la decisión de la huelga: “hay que pensar en política”. “Se la dejamos picando al Gobierno que nos acusa de que es un paro político”, le contestó por lo bajo uno de sus pares de la mesa chica.
Daer, junto a otros referentes del grupo de los “gordos” e incluso los “independientes” como Andrés Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), buscaron en el marco de la mesa chica contener la presión de los más duros por acelerar los tiempos del paro. Convinieron avanzar con un plan de lucha con medidas escalonadas pateando la definición de la huelga, pero la marcha de los jubilados del miércoles 12 -apenas un día después- que culminó con incidentes, heridos y represión frente al Congreso reavivó el reclamo de los combativos por pasar ya a la ofensiva.
En el entramado cegetista más crítico de la administración Milei conviven urgencias e intereses diferentes. Desde gremios de actividades duramente golpeadas por la situación económica, que enfrentan despidos y cierres de empresas; dirigentes dispuestos a dar la pelea contra el corset salarial del Gobierno, sindicalistas de reconocido alineamiento con el kirchnerismo y hasta otros que apuestan a renovar sus propias bancas en el Congreso. Allí revisten el jefe de la UOM, Abel Furlán; su par de Smata, Ricardo Pignanelli; el bancario Sergio Palazzo, varios referentes de los gremios de Aerolíneas y hasta aquellos dirigentes de perfil combativo que quedaron huérfanos tras el portazo de Pablo Moyano a la conducción de la central obrera.
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Fuente: clarin.com