En Monteros, Tucumán, la historia de la Randa comienza con las damas castellanas traídas desde España. Esta tradición se estableció en Ibatín, el primer asiento de la ciudad de San Miguel de Tucumán.
En el siglo XVI, la randa llegó a Monteros como una actividad recreativa y de distracción para las señoras de la época. Sin embargo, a través de los siglos, este tipo de encaje adquirió su propio potencial creativo y discursivo, único en el mundo.
El nombre de la técnica proviene del alemán (rand), que significa borde u orilla, relacionado con su uso en prendas y diseños textiles. Casualmente, las tejedoras que practican esta técnica residen en El Cercado.
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La randa trasciende en la historia de Monteros
En 2015, la randa fue declarada patrimonio inmaterial de Tucumán. Actualmente, la comunidad de El Cercado en Monteros es el centro de su producción, últimamente se extiende a algunos lugares de Corrientes, Catamarca y Córdoba.
La randa es un tejido migrante, conocido como “encaje del Mediterráneo”. Previo a su llegada a América, se cree que se trasladó desde Oriente y el Norte de África hacia España.
Una característica distintiva de este patrimonio es que lo ornamental prevalece sobre lo funcional. Después de tensar la malla en el bastidor y bordar los motivos, se almidona con maicena para preservar su forma.
El libro del Centenario de la República mencionaba la convocatoria de un concurso de randa. En 1917, se llevó a cabo otro concurso a nivel nacional.
Hubo una época próspera para la randa en los años 60 y 70, cuando todas vivían de las ventas en las ferias de artesanía. En ese momento, se realizaban encargos monumentales como grandes manteles, caminos y vestidos de altares. Actualmente, el acervo se resume en pañuelos, manteles, tapetes y más.
El trabajo de la randa consta de dos partes: hacer la malla y bordarla. Las tejedoras dedican tiempo y esfuerzo a crear meticulosamente flores y diseños geométricos.