Existen varias razones por la cual San Miguel de Tucumán salió de Ibatín, actual comuna de León Rouges, departamento Monteros. La historia, enumera una serie de ellas.
Aquel modelo del siglo XVII se vio truncado, tras una reunión en el Cabildo, en el que la mayoría de los tucumanos de la época decidieron irse. Dijeron basta y se marcharon a orillas del río Salí.
Y así fue como en el 1685, Ibatín, una joya colonial, rápidamente fue dejando atrás su brillo verdaderamente exótico de ese momento, sede de cuatros iglesias y feraz fábrica de carretas del Virreinato.
El destino de Ibatín estuvo determinado por aquellos cabilderos, que creyeron en que el progreso y una mejor calidad de vida, se encontraban en otra parte.
Los motivos para dejar Ibatín eran demasiados: las inundaciones del indomable Pueblo Viejo se convirtieron en un problema, y a todo esto, todavía había sumarle las enfermedades y el ataque de los indios que no daban respiro. Además, la modificación del trazado del “Camino Real” había dejado alejada la ciudad.
Los pobladores se fueron, pero la selva volvió, imparable, sepultando con avidez memorias y registros, huellas y seres en Ibatin. Como una forma de castigar a aquellos intrusos que se atrevieron a darle la espalda.
Con el paso de los años, la gran mayoría de las 49 manzanas que conforman el Viejo San Miguel de Tucumán están ocupadas. Hay de 9 a 12 bloques que delimitan el Makai. Viviendas y pequeñas fincas se reparten entre plantaciones de caña de azúcar y cítricos.